Por Pablo Codesido
Hoy empiezo con una pequeña historia. Es muy posible que todos los que amáis el mar hayáis sentido un pequeño estremecimiento cuando pensáis en todo lo que contiene. Efectivamente, cosas maravillosas, pero también habitantes que se buscan la vida lo mejor que pueden. Imagino que la mayoría habréis visto la película Tiburón (Jaws) de Spielberg, obra maestra del cine, que aunque sea una historia de ficción siempre te deja uno de esos pequeños escalofríos cuando metes el pie en el agua y piensas en ella. Desde pequeño llevo disfrutando en el mar jugando, pescando, buceando, nadando, navegando, surfeando, supeando…pero reconozco que cuando pienso en ese bello animal (y en la peli) sigo sintiendo ese “pequeño escalofrío” en mis carnes. Yo vivo en Galicia, hermosa tierra de aguas frías donde lo más parecido a un tiburón (excluyendo ciertos humanos) que había visto, fue un pequeño marrajo hace aproximadamente 30 años en una sesión veraniega e infantil de snorkel, cuando las tablas de surf eran casi más raras por aquí que los tiburones. Pero a finales de este verano sucedió, y el SUP tuvo la culpa.
Se trataba de un precioso día de sol y nordeste en la playa de Sabón en A Coruña. El nordeste gallego suele traer sol en verano, pero mucho viento, así que escogí esa playa por tener un espigón que resguarda de las incómodas rachas. En realidad era un día laboral de verano, tras una dura jornada de trabajo, con lo que entrar en el agua a darme un lavado mental a última hora de la tarde, era de lo mejor que me podía suceder. No había olas, por lo que decidí darme una remadita cortita bordeando el espigón con mi tabla de race. Ya regresando, a unos 300 metros de la arena y a menos de tres metros de la barrera de piedras lo vi. Mi posición aventajada desde mi tabla 12,6 y el agua limpia y cristalina me permitieron verlo en toda su majestuosidad. Un escualo de unos 2 metros de largo reposaba en la superficie, impasible. Me lo encontré de repente, imaginaos el susto, el mío claro, aunque el de él también debió serlo, ya que no sé si le toqué con la quilla cuando movió la cola. He de reconocer que por unos segundos ni el mismísimo Danny Ching me hubiese superado en velocidad, hasta que casi en la orilla me relajé y me entró esa curiosidad tan sana y a la vez estúpida que tenemos los que nos gusta el mar y la aventura.
Regresé al sitio con mucha precaución para intentar verlo de nuevo, pero creo que él (o ella) fue mucho más prudente que yo. Curiosamente una semana después, en un día muy similar pude ver una pequeña e inofensiva cría en la playa de Esmelle, en un pueblecito perteneciente al ayuntamiento de Ferrol llamado Covas; donde el paisaje y las playas salvajes que colorean los aledaños del Cabo Prior, hacen del lugar uno de los más hermosos de nuestra geografía. Evidentemente me intenté informar sobre el tema. Al parecer algunos tiburones desovan en la costa atlántica en verano, acercándose a alguna playa, no se sabe muy bien si por cambios en la temperatura del agua o porque simplemente les da la gana.
Espero que estas historietas de abuelote os hayan entretenido un poco, pero mi intención real y científica hoy, es hablar de esas grandes heridas que pueden provocarse en la práctica de este deporte y como actuar con ellas. Evidentemente, la de tiburón es una anécdota curiosa y poco más. Cada día los límites de nuestro deporte se rebasan un poquito más y es frecuente ver gente supeando y surfeando en fondos de rocas, de coral, o en olas cada vez más grandes y agresivas. Heridas contra estos elementos o contra la propia tabla pueden resultar realmente peligrosas. Una quilla, por ejemplo puede actuar como un afilado cuchillo en ciertas situaciones, muchos de vosotros lo habréis sufrido.
Hay muchas formas de clasificar las heridas, por ejemplo por su forma, su profundidad, su dirección o por su mecanismo productor. Así podemos tener heridas incisas por elementos cortantes como la quilla, contusas por la propia tabla o una roca, por desgarro con una piedra irregular o también por mordedura. A veces pueden ir asociadas a fracturas óseas o lesión de órganos internos. Lo más importante de una herida de forma aguda, es decir, en el momento que se produce, es la hemorragia. Esta puede ir desde una pequeña heridita en la piel hasta una hemorragia arterial que amenace la vida. Todo depende del mecanismo de producción y gravedad de la lesión. La hemorragia puede ser muy aparatosa pero poca peligrosa, por ejemplo en cuello cabelludo o en ciertas regiones de la piel. Las peligrosas son las hemorragias arteriales, que se distinguen enseguida una vez que te enfrentas a ellas porque ves un chorro rojo a presión que puede llegar a salpicarte la cara y que se diferencia perfectamente de esos sangrados más venosos, oscuros y sin latido que se producen habitualmente en una herida sin peligro. Para parar esas grandes hemorragias seguro que habréis leído sobre miles de maniobras diferentes, como enrevesados torniquetes y cosas complicadas. Lo más efectivo es la compresión directa. Podéis coger una camiseta o una toalla húmeda y apretar directamente en la herida aunque veáis carnes, tripas o lo que sea que os de miedo tocar. Se puede vendar, y en caso de amputaciones se puede coger el fragmento amputado y meterlo en una bolsa plástica y ésta a su vez en una nevera portátil preferentemente, si es que tenéis acceso a ella. Los reimplantes son muy difíciles pero nunca se sabe….Lo más importante es parar el sangrado. En quirófano, la compresión de una arteria con un solo dedo puede resolver un problema grave. Una vez pasado el peligro y si la herida no tiene un sangrado peligroso (que son con mucho las más frecuentes), si se puede, se debe mantener lo más limpia posible, ya que quizás la complicación más temible de una herida es la infección. No me olvido de decir que en el lugar de la lesión, evidentemente lo primero que debemos hacer es ponernos en contacto con los servicios sanitarios/emergencia más cercanos para que nos ayuden en la evacuación hacia un hospital donde podamos tratar ya adecuadamente al herido. No os olvidéis de tener este punto en mente antes de lanzaros al agua, sobre todo aquellos que os gustan los viajes exóticos. Nos puede pasar a todos.
Resumen: compresión y limpieza: cortar la hemorragia y evitar la infección. Hay muchos pequeños detalles que comentar pero con estos dos conceptos podremos resolver muchos problemas.
Recordad que un tiburón puede provocar una herida realmente grave pero que existen animales mucho más peligrosos como por ejemplo el ser humano. Me gustaría desde este modesto lugar aportar un pequeño granito de arena apoyando a aquellos que están trabajando para limpiar y conservar los mares, y concienciar a la humanidad de la enorme “herida” que hemos creado en los océanos y por ende en el planeta. Esta herida sangra y se infecta cada vez más, debemos curarla.
Decía Isaac Newton: “No se lo que pareceré a los ojos del mundo, pero a los míos es como si hubiese sido un muchacho que juega en la orilla del mar y se divierte de tanto en tanto encontrando un guijarro más pulido o una concha más hermosa, mientras el inmenso océano de la verdad se extendía inexplorado frente a mi”. Conservemos la verdad que el océano encierra dentro, no destruyamos nuestros mares.
Web: www.drpablocodesido.com . Facebook: Pablo Codesido . Twitter: @PabloCodesido