Recordamos un artículo de nuestra revista donde Guillermo Carracedo y Iago Rodriguez viajan a Islandia en búsca de olas y aventuras
Para empezar a narrar nuestras aventuras hace falta contar como se nos ocurrió la idea de escoger esta isla cerca del ártico como destino de surf. Después de muchos viajes a lugares cálidos, donde compartíamos olas con otros surfistas con la misma idea de destino que nosotros decidimos dar un cambio radical y optar por un lugar diferente, no tan aparentemente deseoso como destino de surf por sus duras y frías condiciones climatológicas incluso en verano. No teníamos muy claro lo que nos íbamos a encontrar en cuanto a olas pero sí que estábamos seguros de que no iba a ver playas masificadas de surfistas como en otros destinos cálidos.
Una vez decido el viaje comenzamos a buscar el lugar concreto donde establecernos para poder surfear. Por constancia del oleaje decimos ir a la región del sur de Islandia. Pese a haber localizado un spot donde sabíamos que podíamos optar a buenas sesiones, estamos seguros de que habría que hacer mucha exploración para descubrir la infinidad de olas que tiene la isla, muchas de ellas jamás surfeadas. Lo que nunca nos llegamos a imaginar es que dicha exploración nos llevará tan lejos, a paisajes tan extraordinarios y a vivir aventuras que siempre quedaran en nuestra memoria.
Llegó el día del viaje y cargados con nuestras tablas y unos buenos neoprenos pusimos rumbo a Islandia, dejando de lado un cálido día de verano Gallego. Después de un par de vuelos, llegamos de madrugada a Reikiavik, donde alquilamos un 4×4 con la idea de poder acceder a ciertas olas donde los caminos no alcanzan. Nos recibió una noche fría y lluviosa, y relativamente poco oscura, ya que pese a ser las 2am aquí las noches son breves y poco intensas en esta época del año.
El primer día amaneció sin olas en el spot que traíamos controlado, y nos dedicamos a hacer algo de visitas turísticas. El segundo día al amanecer igual de escaso de olas que el anterior decidimos comenzar con la búsqueda de olas, armados con nuestros neoprenos gruesos, guantes, escarpines y gorros. Y sin no hacer muchos km llegamos a una playa con olas buenas en la que compartimos baño con los primeros locales de la zona que conocimos, unas curiosas focas.
Después de este buen primer buen día de surf , las olas fueron a mejor cada día, y pudimos disfrutar de sesiones increíbles en el spot que teníamos al lado de nuestro guesthouse. La primera sesión, la más grande la disfrutamos completamente solos. La segunda sesión sin viento y mucho más ordenada atrajo a los pocos surfistas locales de la isla. Nuestra forma de ser sociable nos hizo hacernos amigos de ellos en pocos minutos. Entre nuestros nuevos amigos se encontraba un músico ,Billy Otto, que nos invitó a un pequeño concierto en la capital.
Entre esas olas conocimos también a dos leyendas del surf muy conocidas: al único surfista profesional de Islandia, Heidar Logi, y al único fotógrafo profesional de surf de la isla, Elli Thor, protagonistas de una famosa película de surf llamada “under an artic sky” que yo me había visto cientos de veces, y muy popularmente conocidos en la zona.
Y de repente surgió el plan, el mar bajaba considerablemente para los próximos días en la zona del sur donde estábamos pero venía un swell muy potente de unos 5m que se había generado en una borrasca cerca del ártico y que iba a pasar dejando buenas olas por los fiordos del noroeste de la isla. Heidar y Thor pretendían ir durante 3 días a estos fiordos a explorar olas nuevas jamás surfeadas, y nos invitaron a ir con ellos. No dudamos en decir que si a la aventura. Después de un agradable concierto privado de nuestro amigo el músico esa noche, a la mañana siguiente partimos rumbo a los fiordos del norte siendo guiados por nuestros amigos. El viaje pensábamos que duraría en torno a 4 horas pero fue bastante más largo debido a que gran parte del trayecto eran pistas de gravilla.Pero después de varias horas de conducción llegamos a la tarde a un pueblito perdido en el el medio de uno de los fiordos, donde cogimos un hotel para esa noche.
Los fiordos son parecidos a nuestras rías gallegas, y surfear en ellos es casi tan difícil o más que surfear dentro de las rías, hacen falta grandes mares de fondo, que al igual que aquí son típicos de invierno. La diferencia era que allí en invierno la gran parte de esos fiordos es completamente inaccesible por la nieve. Por eso teníamos la idea de aprovechar este rarísimo swell para explorar estas olas jamás surfeadas.
Las zonas más expuestas al mar de fondo y más protegidas de los vientos se encontraban en los extremos de estos fiordos, donde ya no había carreteras en muchos de ellos. Ese día nada más llegar, nos en marcha y fuimos hasta el extremo de ese fiordo en el que estábamos, o al menos eso intentamos , por que como ya dije, el camino de tierra se acababa en la casa de un agradable señor. Una vez ahí nuestro amigos locales le preguntaron si podíamos meter el coche campo a través por su finca, y ya con su permiso nos montamos en el coche de Heidar y Thor debido a que nuestro coche de alquiler ya había sido una hazaña que llegara allí intacto y ellos tenían un buen 4×4 cedido por Nissan.
Tras varios km campo a través subiendo rocas ya empezamos a ver el potencial de este sitio, un montón de rompientes con olas perfectas que cualquier surfista soñaría. Pero nuestras ganas de descubrir eran enormes y decimos ir aún más al extremo del fiordo, tanto que hubo que bajarse y caminar un rato (cosa que ellos hacían descalzos, por el medio del campo). Finalmente, una de ellas atrajo nuestra atención, un slab. Rápidamente nos cambiamos y entramos al agua. El agua estaba más fría que en el sur pero con la motivación del momento no nos importó mucho. La ola era difícil de remar pero muy divertida. Thor, el fotógrafo, se puso manos a la obra con su cámara inmortalizando todos estos momentos. Pese a la increíble calidad de las fotos, que hemos visto pero aún no tenemos, no se pudo inmortalizar la enorme foca que estaba jugando con nosotros en el agua. Pero si los fiordos algo nevados que teníamos en frente y justo encima de nosotros. Una vez terminada la sesión y la vuelta al pueblo nos merecíamos un buen descanso.
Pero a la mañana siguiente ya estábamos en marcha de nuevo, otro fiordo, que aunque geográficamente parecía cercano, en realidad estaba a 3 horas de donde estábamos, debido a que había que bordear cada fiordo por la costa por una carreterita pequeña de tierra, para variar. A medida que nos acercábamos al destino como la anterior vez los caminos iban empeorando hasta llegar a desaparecer. A atravesamos con nuestro pequeño coche de alquiler playas, ríos con bastante caudal, y una vez que ya no dimos más con nuestro coche nos volvimos a subir al coche de nuestros compañeros islandeses.
Esta vez hubo que hacer bastantes más kilómetros por campo antes de empezar a ver las primeras olas. Fue justo en el extremo del fiordo donde encontramos la mejor ola que habíamos visto hasta el momento, y aunque hacia algo de frío, las olas perfectas, el entorno, y la aventura en si hacía que nos sobraran motivación. Era un derechón. Ya una vez cambiados con nuestros trajes gruesos de neopreno salimos corriendo hacia la ola, mientras Thor buscaba una buena posición para obrar magia con su cámara. Cabe decir que las rocas de la entrada a la mayoría de las olas en Islandia están llenas de algas grandes, por lo que con el entusiasmo que teníamos encima y las prisas por surfear la ola conllevaron varios resbalones. Impactaba la idea de que el pueblito más cercano estuviera a más de tres horas en coche, que no hubiera nadie a muchos km de nosotros, y mucho menos cobertura. La ola era una derecha perfecta de fondo de piedra y larga, de tamaño considerable, bastante más que yo, y que empezaba en una curiosa roca donde nos situábamos. Las primeras olas fueron para adaptarnos, pero después ya nos acostumbramos y le pillamos el punto a esa ola perfecta que nos permitía hacer bastantes giros y estar largo tiempo encima de ella. Fue una sesión increíble, por el entorno , por las personas con las que estábamos perdidos en el medio de la nada, y básicamente por la aventura de llegar hasta allí.
Tuvimos que salir pronto del agua ya que la marea subía y nos preocupaba nuestro coche de alquiler, sin seguro, que habíamos dejado en una playa de cantos rodados que una vez que aumentara la marea se iba a cubrir. Pero llegamos a tiempo, y atravesando ríos, playas y carreteras de tierra regresamos al hotel, después de una de las aventuras más espectaculares que jamás hubiéramos pensado que íbamos a vivir. A esta última ola nueva que acabábamos de descubrir Heidar y Thor decidieron llamarla en nuestro honor, “ the spanish right” es decir “ la derecha de los españoles”, y nosotros prometimos volver a surfearla alguna vez en nuestras vidas.
Mirando las previsiones decidimos que lo mejor era volver al sur ya que el swell bajaba hacia allí. Y después de repetir la larga ruta que habíamos hecho al ir en sentido contrario llegamos al sur donde nos esperaban unas olas increíbles en el spot que teníamos al lado de nuestro guesthouse , y no lo pensamos, fuimos para el agua del tirón, y estuvimos más de 3 horas surfeando derechas glass y completamente solos. Los siguientes días combinamos algo de turismo con surfear las olas que teníamos alrededor. Surfeamos todos los días olas buenas, incluso algún día eran tan buenas que nos animamos a surfear de “noche”, aunque allí nunca se hacía realmente de noche, eran pocas las horas que duraba y la oscuridad era relativa. Se podría decir que estabas surfeando a media noche con una luz parecida a la que hay aquí a las 10 de la noche en un día de verano.
Después de muchas olas surfeadas, de hacer muchos nuevos amigos, ver miles de paisajes únicos y de vivir infinitas aventuras que siempre recordaremos, tocó regresar a casa en el día de mi cumpleaños y con un buen shock térmico ya que nos coincidió la famosa ola de calor que estaba habiendo en Galicia. Pero la conclusión es que fue uno de los mejores viajes que hemos hecho, con una magia especial, lleno de aventuras y que, pese al frío, volveríamos una y otra vez.